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También el pasado día uno dio inicio el solemne quinario que la Hermandad de Ánimas dedica a su titular cristífero el Santísimo Cristo del Remedio de Ánimas.
Como en la entrada anterior reproduzco el texto que la Hermandad preparó como explicación al altar basado en esta ocasión en una alegoría del auto sacramental de Calderón de la Barca titulado «El Gran Teatro del Mundo».
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El Gran Teatro del Mundo
En la obra literaria se describe un gran escenario en el que aparecen dos puertas, una simboliza el nacimiento y, por tanto, la entrada de los personajes a escena, y la otra la muerte, por la que han de salir éstos una vez acabada su vida. A ambos lados del Cristo aparecen representadas las dos puertas, flanqueadas por dos ángeles en cada una de ellas que nos muestran los atributos correspondientes a cada una. En la puerta del nacimiento: la estrella, luz de un alma nueva; la vela con la mecha aún sin encender (haciendo alusión a la que representa Valdés Leal en su obra «In Ictu oculi») y el libro de la vida todavía en blanco. En contraposición, en la puerta de la muerte, los ángeles portan: el libro cerrado donde quedan inscritos con pluma negra los nombres de aquellos que ya la han cruzado, y la clépsidra que marca que nuestro tiempo se ha agotado. Sobre las puertas, los atributos de los personajes de la obra: corona, púrpura y laurel para el Rey, joyas y tesoros para el rico, ramillete de flores para la hermosura, rastrilla, espigas y azadón para el labrador, estameña para el pobre, vestimenta para el niño, cilicio y disciplina para la discreción.
Al final de la obra, los personajes que ya habían atravesado la puerta de la muerte, salen de nuevo a escena para ser juzgados según sus obras. Como conclusión Cristo aparece ante una gran puerta, sobre ella, en un friso se inscribe la solución y el medio para llegar a Dios «Ego sum ostium; per me, si quis introierit, salvabitur et ingredietur et egreditur et pascua inveniet» – yo soy la puerta; si uno entra por mi, estará a salvo y encontrará pasto (Juan 10, 9)