El penúltimo de los rosarios extraordinarios celebrados con motivo del año de la Fe lo protagonizó también la Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad, que transcurrió por un recorrido hacia la Parroquia de San Francisco que se adentró en algunas calles poco habituales en su itinerario procesional, como las popularmente conocidas como «Callejuelas», mientras que en el recorrido de vuelta transitó por la calle que lleva su nombre en su totalidad, que como es sabido en cierto punto se bifulca en dos tramos: uno que conduce al Cementerio Parroquial y el propio Santuario y otro que se extiende hasta el cruce de las calles Alta y Calvario.
En el plano estético la Señora lucía su vestimenta de gala bordada en oro sobre terciopelo negro con la novedad esta vez del rostrillo que enmarcaba su rostro, en tono crudo y rematado por varios encajes de conchilla de oro, mientras que sobre el pecho lucía un tul bordado sobre el que se colocaba el habitual corazón traspasado por la daga. Por su parte el pequeño trono de la Señora iba exhornado finamente en rosas blancas e iris morado principalmente.
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